La Seguridad y el encanto mágico de Mompox en Semana Santa
Por: Emilio Gutiérrez Yance
En las emblemáticas calles de Mompox, Bolívar, el tiempo parece detenerse, como si la historia y la devoción tejieran un hechizo que atrapa a los visitantes en un mundo encantado. La Semana Santa emerge como el momento culminante de esta fascinante ciudad, donde la seguridad se convierte en un hilo dorado que teje la protección para propios y foráneos.
Bajo la mirada vigilante de la Policía Nacional, cuyos agentes parecen surgir de las sombras como guardianes invisibles, Mompox se transforma en un santuario protegido. Cada calle, cada esquina, es custodiada con meticulosidad, asegurando que la celebración religiosa sea tanto un acto de fe como una experiencia segura y tranquila.
La planificación meticulosa de la Policía bajo el liderazgo del coronel Alejandro Reyes Ramirez, su presencia destacada y su colaboración estrecha con la comunidad, son los ingredientes esenciales de este hechizo de seguridad. Desde la prevención del delito hasta la movilidad y la lucha contra la extorsión, cada detalle es atendido con determinación, como si los propios hilos del destino estuvieran en manos de estos guardianes modernos.
En el corazón de este despliegue de protección reside una fe inquebrantable en el poder de la Policía Nacional para proteger y servir. Los agentes, con su trato amable y respetuoso, no solo son figuras de autoridad, sino también guías en este viaje espiritual por las calles de Mompox.
Mientras miles de peregrinos convergen en esta ciudad suspendida en el tiempo, atraídos por el misterio y la devoción, descubren un lugar donde la historia y la naturaleza se funden en una belleza arquitectónica y cultural única. Mompox se alza como un faro de patrimonio cultural, natural y paisajístico, un tesoro que merece ser explorado y protegido.
En medio de la majestuosa celebración religiosa, los encantos de Mompox se despliegan ante los ojos de los viajeros como un sueño hecho realidad. La imponencia de los templos, la arquitectura colonial y republicana de sus viviendas, los restaurantes a la orilla del río Magdalena, todo parece sacado de un cuento de hadas.
El paseo en ferry, animado por el avistamiento de aves exóticas y la brisa que acaricia el rostro, se convierte en una aventura hacia lo desconocido. Y en cada bocado de la gastronomía momposina, se disfruta el sabor de siglos de tradición, un festín para los sentidos.
Pero detrás de este escenario idílico, la seguridad es una constante. La presencia discreta pero efectiva de la Policía Nacional asegura que la paz y la protección sean pilares sólidos en este mundo de fantasía. En este cruce entre lo tangible y lo intangible, entre la fe y la seguridad, Mompox revela su verdadero rostro: un lugar protegido donde el pasado y el presente convergen en un abrazo eterno, donde la magia se convierte en realidad y la realidad se convierte en magia.